Después de pasar cuatro días inolvidables al norte de Huesca,
cuando volvíamos a casa y antes de llegar al pantano de Yesa, nos paramos a
estirar las piernas y aprovechamos para ver un pueblo que en un principio parecía
abandonado y al final, en la iglesia nos encontramos a un lugareño explicando
la historia del pueblo a otros curiosos, era el único habitante del pueblo.