viernes, 31 de mayo de 2013

Azucarera Parte I

Pequeña Introducción
La Azucarera de Aranda de Duero abrió sus puertas en noviembre de 1943. 986 obreros dieron forma a una planta con naves de 96 metros de longitud, 51 de anchura y 19 de altura. Cuatro almacenes, diferentes silos y una prominente chimenea de 60 metros de altura. Todo orquestado y distribuido sobre una base de 17 hectáreas de terreno con una longitud de cuatro kilómetros y medio. Para su construcción, vanguardista para la época, no se escatiman gastos. Se utilizaron 23.845 metros cúbicos de hormigón y ladrillo, 4.300 toneladas de cemento, 9.600 metros cuadrados de cubiertas y 52.000 de cal y yeso.
Su puesta en marcha supuso el arranque de la industrialización en la zona, con la remolacha como cultivo social por excelencia. La producción se incrementó en la cuenca del Duero hasta las 60 toneladas por hectárea en detrimento de cualquier otro cereal. En sus 52 años de vida, la planta ribereña recibe más de ocho millones de toneladas de remolacha y produce más de un billón de kilos de azúcar. Durante este tiempo la azucarera creció hasta convertirse en un conglomerado autosuficiente, una ciudad a pequeña escala que, entre otras instalaciones, daba cabida hasta a 12 viviendas.
El cese de la actividad de la Planta de Ebro Agrícolas llegó en 1996. Es el año en el que la azucarera echa el candado después de recibir durante esta campaña 220.528 toneladas y producir más de 29 millones de kilos de azúcar. A finales de la década de los noventa el mercado del azúcar da los primeros pasos hacia su reestructuración, con procesos de fusión en aras del incremento de los niveles de rentabilidad. La planta de Aranda de Duero es una de las señaladas. En total se pierden cerca de 200 puestos de trabajo. Los que siguieron en activo tuvieron que emigrar a otras azucareras como la de Peñafiel o Miranda de Ebro.